Don Ignacio es reconocido por su dedicación y amor por la tierra. Desde pequeño, aprendió de su padre el arte de cultivar, y con el tiempo descubrió que su mayor habilidad era la producción de papa. Su historia con Food for the Hungry comenzó hace más de diez años, cuando decidió formar parte del programa agrícola.

Durante ese tiempo, Don Ignacio se desempeñó como promotor de huertos familiares, acompañando a otras familias en el proceso de siembra y brindando recomendaciones para mejorar sus cultivos.

“Este proyecto me dejó muchas experiencias bonitas, porque tuve la oportunidad de visitar los huertos de mis vecinos y compartir lo que sabía.” – Don Ingnacio

Su compromiso y liderazgo lo llevaron a coordinar inicialmente a 30 productores, y con el paso del tiempo, el grupo creció hasta llegar a 40 personas. Gracias a su esfuerzo y al apoyo de Food for the Hungry, Don Ignacio fortaleció sus capacidades técnicas y aprendió a aplicar nuevas prácticas sostenibles que mejoraron su producción.
Actualmente, Don Ignacio combina la ganadería con el cultivo de granos básicos y hortalizas, y continúa participando activamente en la Escuela de Campo Agrícola de su comunidad. Desde el año pasado, forma parte del Proyecto de Innovación Agrícola, una experiencia que —según él— ha transformado su forma de ver la agricultura:

Me he dado cuenta de que en la agricultura hay muchas maneras y tecnologías que se pueden incorporar para mejorar la producción y aumentar la rentabilidad.

DON IGNACIO

Hoy, Don Ignacio no solo cultiva la tierra, sino también el conocimiento y la esperanza en su comunidad, demostrando que el aprendizaje y la colaboración pueden generar un cambio duradero.

ESTAMOS ENFOCADOS
EN LOS NIÑOS

Creemos que cuando una comunidad está equipada para cuidar a sus miembros más vulnerables, todos son cuidados y se elimina la pobreza. Por eso que buscamos desarrollar  comunidades – enfocándonos en los niños. Uno de los indicadores más importantes de que las familias, las iglesias y los líderes comunitarios están haciendo un buen trabajo, se ve reflejado en el bienestar de sus niños. Cuando equipamos a las comunidades con las herramientas y los recursos que necesitan para cuidar a sus propios hijos, las capacitamos para que inviertan en su propio desarrollo.